Lamentos del bosque,
flébiles sombras huyendo por los matorrales...
El Conde de los Vampiros vaga taciturno,
con paso lento y firme quiebra la seca hojarasca
y busca a su bella amante,
la diáfana hada que con pies ligeros acude a la cita noctámbula...
Se encuentran cuando las nubes empañan la lívida faz de la luna...
En la oscuridad él la besa apasionadamente
el roble les ofrece refugio para sus amoríos
y gentil el caballero extiende su capa...
un sátiro los espía oculto en la maleza y la luna enrojece...
La noche se apaga la diva argentada se oculta...
El hada se quedó dormida entre los brazos del Conde de los Vampiros
los ojos del depredador fulguran
clava los colmillos en el núbil cuello y bebe,
bebe hasta saciar su necrofílico apetito...
Ya satisfecho la deja moribunda
y regresa a su mansión de ultratumba...