Cualquier persona q haya contemplado las antiguas estatuas griegas y romanas de hombres y mujeres desnudos, sin duda habrá observado algo muy curioso. Las estatuas femeninas son hermosas, bellísimas, sus formas son sugerentes, atractivas, sensuales, mientras q las estatuas masculinas, admirables como tales, no lo son en absoluto. Los órganos genitales de la mujer, como son interiores, no aparecen, mientras q los d los hombres están reducidos a su mínima expresión, y es q un pene fláccido es ridículo y uno erecto, obsceno. Ello hace q los órganos sexuales de las estatuas masculinas no guarden porporciones con el apolíneo aspecto del cuerpo y provoque, a veces, sonrisas irónicas x parte de las mujeres q contemplan dichas obras de arte.
Existe una anécdota de un tal John Ruskin, quien, enamorado de la estatuaria clásica, no había visto en su vida una mujer desnuda. Cuando se ca´so, al contemplar a su esposa y darse cuenta de q poseía vello púbico, q no figuaraba nunca en sus adoradas estatuas, le entró tal horror q abandonó el lecho conyugal creyendo q se encontraba ante un fenómeno horripilante. Cuanod le explicaron q eso era natural parece ser q, abandonando a su mujer, no se acercó a ninguna otra a lo largo de su vida y murió virgen. En él, la estética venció a la sexualidad q, x lo visto, se debe suponer q debía de ser muy escasa.
Texto sacado del libro "Apasionadas y apasionantes, historias insólitas de amor, sexo, vida y muerte"
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